Érase una vez que se era un príncipe llamado Fénix que no tenía alma y tiraba los balones fuera.
Despertóse una mañana dispuesto a conquistar Guillén Moreno, de aqueste Reino tierras lejanas.
La princesa Victoria esperaba ansiosa porque su príncipe Fénix llegara, pues largas jornadas hacía que no se veían.
Recién llegado a los lúgubres parajes de Guillén Moreno nuestro héroe presintió que no pasaría nada bueno.
Adentróse nuestro Fénix en esas tierras cuando de pronto apareció un conocido hechicero tras la hiedra.
Aliado del hechicero, el caballero Zenda retó a nuestro Fénix y le lanzó dos maleficios certeros.
Nada pudo hacer Fénix para detener esos hechizos con su zaga, a pesar de tener de su lado al gran Maga.
La guerra había comenzado, más nuestro héroe no se había coscado.
Pensando que conquistar a su amada Victoria fácil sería, olvidóse que vencer a Zenda antes tendría.
Lanzas y espadas cruzaron ambos caballeros que con gran valor combatieron.
Grandioso resurgía Fénix entre las llamas y es que antes el pobre parecía recién salido de la cama.
Se recuperaba Fénix poco a poco en la batalla y conseguía que Zenda besara las mallas.
Profundas eran sus heridas y el dolor era ganso, así que pactaron tomarse un descanso.
Brevajes, pócimas y brujería para continuar la batalla con alegría.
Terminado el tiempo de asueto Fénix empezó a demostrar que era un combatiente completo.
Por todo buen caballero es bien sabido que no debes celebrar la victoria hasta haber vencido.
A pesar de tener a Victoria cerca de sus brazos algo flotaba en el ambiente y le golpeaba como un mazo.
La fatiga a Fénix golpeó sin piedad e indefenso ante Zenda se hubo de postrar.
Nada pudo nuestro héroe hacer, o más bien casi ni quiso, no como la otra vez contra Don Piso.
De rodillas nuestro Fénix se rendía y en busca de la princesa Victoria volvería otro día.
Y este ha sido el cantar de gesta de Fénix y Zenda dos caballeros insignes de esta época cruenta.
Y colorín colorado este partido se ha acabado...